Tengo la varicela,
no me toques,
no vaya a ser
que la sensatez,
invada tu preciosa
coraza.
Tengo las paperas,
no me roces,
quedate pegado a
ese collar colgado,
en el cuello de tu alma.
Produzco ceguera,
no me mires,
el suelo es mejor
para encontrar lo que buscas.
Mis besos te revolverán la entrañas,
que un día arrancaste
sin compasión,
con la apariencia de tu ser,
en la que te zambuyes cada día.
Pero no olvides,
que en el alma,
mi nombre se tatuó,
la palabra con el viento
voló y sus alas rompió.
Así que esquiva,
así te salvarás,
de sentir y vivir.
(MIO DCLXXXVII)