La mina ahoga cantar,
los picos dejan de sonar.
El ascensor abandona la bajada,
calles se ausentan de mineros,
sus caras ya no se pintan de negro;
dicen que el carbón
sale más barato
donde explotan a niños;
dicen
que los que arriesgaron su vida
bajando al pozo
de María Luisa,
tienen vida resuelta.
Sí, de moneda,
pero sus pulmones fallan,
arrastran los huesos
de su cuerpo,
orgullo mancillado
les persigue,
bajo falsas promesas.
Sólo nos quedan
los cánticos en el bar,
con permiso de la mordaza
impuesta por el miedo
a un pueblo luchador:
¡Mi pueblo!