A veces, leo palabras muertas,
reiteradas en el vacío,
vendidas al mejor postor,
escupidas sin escrúpulos.
En ocasiones, escapan por mi boca,
resguardando la ausencia
de cordura y locura,
paseando por mis noches.
Algunas, las siento,
las muy intrépidas
se pasean por mi corazón,
bailan con mi alma,
saquean mi vida,
revuelven mi cama.
Todas, cuándo aparecen,
van cayendo en el vaivén
de las agujas de un reloj,
tatuando su agonía
en el frío olvido.
Entonces,
las palabras mueren
y desaparecen
en el susurro de un recuerdo.