Nada es comparable,
a un dulce viento al atardecer,
ni comparable,
a una música penetrando los sentidos.
Nada es comparable,
a una tarde desnuda en la playa,
ni semejante
a la buscada libertad.
Nada es comparable,
a unos ojos brillando al amor,
a unas grandes manos
meciendo tu cuerpo.
Nada es comparable,
al vientre materno,
ni al amor verdadero,
todo da, nada espera.
Nada es comparable.
Hasta que un soplido,
revuelve tus entrañas,
y todo, da igual.