Cada día agota el sonido del reloj que nunca cesa su tictac, organiza su pequeño mundo en miniatura con secciones que garanticen la cabalidad de lo normal, desecha cualquier resquicio de pasado que lastre su subida a la cumbre, apartando con desparpajo cada roca lanzada en nombre de la envidia, pule con mesura cada carta enviada al centro de su alma recordándole quién es, crece tras la guía invisible detrás de la intuición, esa misma, que le hizo huir de lo destrucción en el tiempo. Es capaz de sobrevivir en un basurero de tinta asesina, resguardada en los cartuchos de hambruna. No quiere ver a los suyos morir, es su único punto de egoísmo, y aún así, la portadora de guadaña sigue las huellas de los suyos. Alambradas, bombas, mortíferos alimentos, escasez de medios, químicos ocultos, aire impuro, antenas alimentando la lacra invadiendo cuerpos, vida animal extinguiendo, vida vegetal pereciendo.
Aun así, levanta la cabeza bien alta, mira a los ojos y resiste.