La mirada de la inocencia,
con una sonrisa espontánea,
sueña en sus grandes ojos,
rozando el atrapasueño.
Tan cortito es tu andar,
primera mentira descubierta,
tu corazón algún día
romperán.
No vulneres tu dulzura,
despertando a la vida,
mis manos sobre la tuyas,
recuerdos acompañando tu
lento caminar.
La tarde estira sus brazos,
ancianos apoyan el resto
mirando con triste nostalgia,
lánguido comenzar.
Mundo incierto,
donde lo único seguro,
es que algún día
serás.
Conversaciones,
en la barra de un bar,
almas voladoras,
formando parte del bullicio.
Y yo, observando,
suma belleza,
sumergiéndome en el albedrío,
de la vida tras una taza.
Apoyo mi alma en una silla de madera,
y camino con esa pequeña alma.
(MIO CCXLVII)