Su boca arrasaba
deseo,
manteniendo
con firmeza
las tormentas
de su alma.
Yemas
quemaban huellas,
susurraban
al alba del frío
de aquella mañana.
Dentro de ella,
fuego gritaba
furia mostraba
ardiente rebeldía.
Todo ante sus ojos
abrasaba
el camino tatuado
con cada crujido
cantado.
Corazón salvaje
sin dueño ni bagaje,
sedienta calma
eterna llama.
Ella resistía.