Se ha apagado la llama,
ya no existe rastro de estela,
el humo que ha dejado,
se ha roto contra el tejado.
Se ha ido para siempre,
ya no existe espera ni mirada,
no estuvo a la altura,
Dios errado, de tierra despojado.
Se ha muerto en la ausencia,
árido deseo llora final,
en la orilla de su piel,
seca aquel frío corazón.
Guardado para siempre,
en el último cajón,
del recuerdo soñado,
en polvo desaparece ….
¡A quién engañas!,
tatuaje en alma
cobra tristeza,
en lágrimas
de cristal roto.
Nada puede volver a ser,
cuando ha crujido su tiempo,
perdiendo laboriosa paciencia
en cada intento.