Mientras la ciudad duerme,
unos pasos despiertan,
el ocaso desaparece,
al alba regresan,
pensamientos caminan,
con el reloj palpitando
en el corazón bombeando.
A lo lejos cipreses,
esperan impacientes,
se acerca sigilosamente
ausencia recordada.
Dos campanas sonaron
ese día de Marzo,
flores abrigaban
así,
temido final apareció
en aquella Primavera.
Las huellas del tiempo,
tatúan mis huesos,
encorvados por heridas,
supurando alegrías.
Dicen que eres igual
al cielo,
siguiendo con tu mirada
el vuelo.
Es posible que el ADN
de mi alma
en algún punto
te encontrara.
Y para siempre
en mi piel
te quedarás.
Ahora me voy,
con tu recuerdo
en mi corazón,
donde el amor
encuentra lugar
donde escampar
ira y maldad.
Eso
también
es parte
de ti.
Aveces no tienes la suerte de poder despedirte de lo que más quieres y cada aniversario lo haces de una u otra forma. A mí me ha ocurrido dos veces madre e hijo. Este poema está dedicado a ellxs, siguen siendo … en mí.