Lee el tiempo
en las llagas de su mano,
no entiende promesas perdidas
en conjuros lanzados a los
vientos.
Mira las arrugas,
las estira
y cierra su mano,
resguardando labor
en cada poro de su piel.
El día comienza,
una vez más,
suena el reloj,
el tiempo la busca,
lo sabe,
esconde su alma
y se pone en marcha.
