Oscurecía cada noche
en abrazos,
buscando eterno placer
en bocas ajenas.
Marcando calendario,
en fugaz deseo,
efímero pasajero
soñador de sueños.
Parí
vientos y estrellas,
recordando
el placer de la noche,
en la juventud
de la carne,
jactándo el nectar
en cada cuerpo,
golpeando pelvis
contra vientre
en el Olimpo.
Ahora,
entregaría
el éxtasis de los siglos,
al sudor deslizándose
entre pechos
por ese amor.
Maldita la suerte,
cuando a todos
los manjares renuncié,
frenando pasión
por la rugosidad
del amor.
Y sí,
ese delito cometí,
fue mi cuerpo
quién pecó.
Más la pena
me persigue,
oigo lamento
cada anochecer
en verdes praderas,
reclamando sexo,
mientras se ausentan
los susurros.
El amanecer
me ha abandonado,
sólo tu melodía,
me acompaña
mojando las ganas
en la opaca
eternidad.
Basada en la historia de amor entre Eos y Titono.