Golpeó a la diferencia,
cuando quiso
restregarse
ante su ser.
Lloraba
sin consuelo,
cuando el orgullo
dolía.
Esa tarde,
se defendió
del mundo,
una bofetada sirvió.
Él la miró,
lágrimas en su niñez
mojando lo enseñado,
ese día entendió.
La niña
puede jugar,
nunca
se lo debes negar.
Hace treinta años, ella quería jugar y él se negó. Excusa eres niña. Ella respondió.