Ya nadie me escribe,
ni se molesta
en contarme sílabas,
silencio del mundo
abraza.
Abro esa caja,
siempre con la misma esperanza,
con una sonrisa
y un deseo en mi boca.
Sólo cifras y cifras,
que vuelan sobre mi soga,
siempre pensé
que las matemáticas
acabarían conmigo.
Lo cierto,
es que cada vez
que abro el buzón
y las veo,
mi corazón
llora de pena,
mi cartera
cierra su cremallera
y los sueños
comienzan a volar,
tan lejos
que mis letras
ya no apagan
el fuego
de cada cifra decimal.
Comienzo a creer
que las matemáticas
tienen el poder
de destruir
todo lo que esta alma
añora.
El diablo llama a mi puerta.