Añoranza del espacio,
en el tiempo,
aveces
ansiado de recuerdo.
Paso descuidado
de amapolas heridas,
por el paso de estación
con hermosura marchita.
Ruidos continuos
en el silencio,
ahogando el sosiego.
Alarmas de aviso
en el mismo infierno,
en el que el tiempo del cielo
va sucumbiendo.
Y yo sigo aquí,
resistiendo
el paso del tranvía,
sin apenas sintonía.
En el apeadero
del olvido,
eso sí
con estación
en la madurez,
tatuada en la piel.