Cerré los ojos,
dejando los gritos
atravesar cortinas
de efimera felicidad.
Poco a poco
fue ascendiendo
el aire de las bocas
susurrantes.
Tornaron espadas
clavándose
en las gacelas
que escapaban.
Sólo cuando el silencio
exilió el asiento,
el recuerdo regresó
escapando del filo.
La vi en el medio,
con la rabia
resguardada
en la tibia mirada.
Y mis brazos
querían abrazarla,
mientras mis sentidos
volaban sobre los charcos.
La rodee con mis ojos
cuando los buitres
miraban espaldas
curando heridas.
No supuraban,
aún había
esperanza,
y estaba resguardada.