La luna en mi ventana,
una copa de vino a mi vera,
la música acariciando
cada poro de mi piel.
No hay nada mejor.
¿Acaso no crees
que hasta el huracán
encuentra su paz
tras la tormenta?.
No hay nada.
Alcanzar la serenidad
de la madurez
con la conciencia
bien tranquila.
No hay.
Resbalando lo inoportuno
sobre las curvas
de ésta cadera
que se desliza.
No.
De verdad,
no hay nada mejor.
Así que no insista
la malsonancia
de criticar espaldas.
No.
No puede alcanzar
ni el tobillo
de lo mínimo
aquí grabado.
No hay.
Que ese veneno
es elixir
para unos labios
acostumbrados al frío.
No hay nada.
Y la calidez me abraza
cada amanecer
en aquella playa
durmiendo bajo su cielo.
Definitivamente.
No
hay
nada
mejor.