Creo que me he roto el corazón,
al intentar agarrar el aire,
siento su dolor en mi carne,
y el aire huido tras abanico.
Ha ofendido mucho al tiempo,
y ha agarrado con deseo
las ramas de su posición.
El latido aceleró el calor,
y las marchas de su labor
se han caído
entre índice y pulgar.
¡Pobre dedo mío!,
tú que apuntabas
el horizonte
donde un día
fuimos uno.