Camino de puntillas
sobre el precipicio
de lo efímero,
dejándome abrazar
por las cortantes aristas
de afiladas manos,
siento la frialdad
que corre por piel
mientras emana sudores
que corren hacia falda.
En el pico, beso manto
y miro horizonte lejano,
lo recuerdo como si fuera ayer,
la pequeñez de algo mortal
sobre la grandeza
de lo inmortal.
Añoro agarrar mano
para ascender cuerpo,
donde agrietadas razones
toquen cielo.
Voy a soñarte,
quizás mañana
despierte
entre las estrellas
de ese cielo
con tu resplandor
dejando huella en el corazón.
Entonces,
abres la puerta
y me dejes tocar
tus labios
con el pico de mis alas.
Foto de Joan Rodríguez Guindo