Me drogan tus labios
cuando separan comisuras
para besar las mías.
Duermo en abrazos
en el escalofrío de una acaricia,
frente al mar
que nos vio morir.
Vuelvo a nacer
en cada despedida,
cada puerta cerrada
al corazón equivocado.
Lanzaste lejos del alma
la armonía del amanecer
y el ocaso tomó el poder
del deleite
pereciendo en el sabor
del cénit de una Primavera.
Sigo drogada en esa mirada
y esa mirada alejada
de la abstinencia de mi cuerpo
a la madrugada.
